Se van arrugando la piel y los deseos, y los recuerdos se
convierten en uno más de los libros que nunca vuelven a la biblioteca de la que
provienen. Todos los esquemas pierden lo que sus corchetes contienen, dejando
por el camino todas las caras que fueron construyendo su vida. Viviendo en un
eterno autobús, escudriñando facciones para encontrar conocidos con los que
compartir asiento y un puñado de chascarrillos.
No recuerda el día en que dejó de recordar, pero sí el
último día que recuerda, el día que cierra su vida. Ya nadie lleva hombreras,
nadie recorre la avenida en Simca 1000 color ocre con la chapa descolorida por
el sol y dos maletas de cuero ennegrecido sobre la baca. Hay muchos canales en
la televisión y la radio ha dejado de ser entrañable. El ruido dificulta aún
más la difícil tarea de hilar lo que ve con lo que acaba de ver hace unos
instantes.
Los relojes se convierten en ruletas rusas que no dejan de
girar, y cada vez que la aguja concluye de nuevo la circunferencia, siente que
la bala está más cerca. Entra una vez más en su bucle. Al menos los que le rodean saben que la
felicidad intenta no transpirar, y que sonríe cuando prueba por primera vez, de
nuevo, su plato favorito.
No tiene ni la más remota idea de lo que significa cognitivo, pero se toma
cada mañana la ristra de pastillas bajo la atenta mirada de aquella señora de
nariz aguileña y gafas con montura a la vista. Un desfile de confeti médico que
agrieta su delicada tráquea. Tras la náusea, arquea los pies y sueña con detener la fermentación que va
pudriendo día tras día un nuevo resquicio de su memoria.
A veces decide perder la mirada para no perder la cabeza,
porque sabe que cada día se queman unos cuantos detalles, postales de lugares,
personas y bicicletas que se convierten en cenizas. Una enorme pira de sucesos
e historias. Una montaña de escombros que arde hasta acabar con todo el bosque.
Y acumulando cenizas se pregunta hasta qué momento puede
seguir considerándose vivo, si todavía se levanta cada mañana con ilusión
porque el hombre ha llegado a la Luna. ¿Y ahora resulta que ese tío se ha
tirado desde la estratosfera? Cuando se acaban los años y las cenizas rellenan
la urna, ¿qué queda?
Ni siquiera puede saberlo. Quizá cuando acabe el Franquismo la ciencia avance un poco más.
Ni siquiera puede saberlo. Quizá cuando acabe el Franquismo la ciencia avance un poco más.