Donde las banderas promueven el apartheid propio y ajeno. Donde las culturas únicas, aquellas que han sobrevivido a la globalización, se convierten en arma arrojadiza. Esa gente que se siente apátrida incluso con doble nacionalidad. Continuamente en tierra de nadie. Apartados por tener una cantidad diferente de melanina.
Como alguien dijo una vez, son flores de otro mundo. Flores por las que nadie está dispuesto a dar fertilizante, flores que viven en lugares donde los endemismos no les permiten sobrevivir. Siempre en peligro de extinción, recluidas en invernaderos llamados ghettos y con plagas de racismo en primavera, pero también en otoño, invierno y verano. Esquejes en suelo árido. Pétalos y lluvia ácida. Tallos cortados. Raíces que no arraigan. Flores marchitas sin remedio.
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