martes, 27 de septiembre de 2011

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Tú y yo flotando, esquivando nubes mientras nos dejamos llevar por cualquier brisa inoportuna. Vemos la Tierra desde arriba, y rascamos la atmósfera, y descubrimos que el mundo es una mierda, y me llamas imperialista por querer conquistar un planeta solo para nosotros. En el fondo quieres traerte a tu madre. Sabes que si te la traes yo paso. Decidimos no emanciparnos todavía. 

Vayamos despacio, sin prisa, incluso a veces sin causa. Me da igual, aunque muchas veces haya que revolver el salón para encontrar las causas, no necesito cogerte fuerte, porque sé que no me soltarás. Y de aquellas causas vienen estos efectos, que normalmente son collejas, pero collejas con sabor a supervivencia. Así nos lo enseñó el conductismo, ¿recuerdas? Aquel rollo de que los animales aprendemos a palos. Y aunque me dé rabia reconocerlo, es cierto, porque tus palos son lo único que mantiene con caudal mi cauce.

Al fin llega la noche. Tus manos calientan mis orejas porque se me han puesto rojas. Malditas orejas de soplillo. Y nuestros besos brillan más que cualquier estrella. Allí abajo la gente construye escaleras para conseguir estar tan arriba como nosotros. Nos reímos. Porque ninguno lo conseguirá ni con el mayor de los saltos.

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