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Estás encadenado a mucha gente. Algún día querrás liberarte, pero cuando te liberes, algunos preferirán fundir las cadenas que os unían y olvidarte. Ese es el precio de la libertad, y no sé si estoy dispuesto a pagarlo.

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No salpiques que tengo frío. No me mojes que llevo el reloj puesto. Bah, da igual, me tiro a la piscina. Mientras las burbujas pasean por mi piel, me preguntas a qué tengo miedo. Tengo miedo a hundirme. Tengo miedo a que nadie recuerde mi nombre, a que a mi entierro solo acudan unos cuantos cipreses, y a que nadie lea entonces una poesía cursi sobre lo bueno que era y lo mucho que el mundo me echará de menos. ¿Sabes por qué tengo tanto miedo? Porque seguramente sea lo que pase al final. Mientras tanto intentaré tirarme a todas las piscinas posibles, hasta que en alguna no toque fondo y solo me quede el recuerdo de todas aquellas en las que me bañé una vez. Y los cipreses estarán allí, vigilándome desde las alturas.

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Un botellín de cerveza. Chupito de Negrita. Mentiras y gordas. ¿Qué me lleva a ver esta basura? Pues bien, ya que no he tenido ni sexo ni drogas este fin de semana, me conformo con verlo en 15 pulgadas de leds. 

Dos botellines de cerveza. Tengo pis. Una salamandra en mi ducha. ¿En qué realidad estoy viviendo? Escribir borracho, ayer utopía hoy cruel realidad. El caso es que nunca pensé en acabar bebiendo solo. Solo como me siento, solo como estoy. 

Tres botellines de cerveza. Los fantasmas que me asolaban, al final se hicieron realidad. Mataría por una raya…o por un polvo…o lo que surja. Escapar del mundo, crearme uno paralelo, donde no exista este momento, donde todo cambie, sonrisas y sudor entremezclados. Donde los errores se perdonen.

Cuatro botellines de cerveza. ¿Era necesario acabar bebiendo alcohol y fumándome un porro, fatalmente liado por cierto, sin ningún sentido? La salamandra murió hace rato. Cuando crees que en un piso de 60 metros cuadrados, nada te puede sorprender, te equivocas. Hoy me siento un poco salamandra, o alguien me pisa o tendré que morderme mi propia cola, que me duela, que la acabe perdiendo, que algo me demuestre que sigo vivo. Que todo no murió con las despedidas, que todo no murió cuando actúe mal, que el cuento de que los errores son para aprender se convierta en realidad. 

Chupito de Negrita. Afortunada o desafortunadamente, esto ya lo he vivido, y algo me ha quedado claro: al final, por muchos hoyos que caven tus enemigos, acabas cayendo, solo y exclusivamente, en los que tú mismo creas. En esos hoyos que sin quererlo, un día, acabas excavando. En esos hoyos donde solo se guarda odio. Los que te hacen permanecer hundido toda la vida. 

Chupito de Negrita (bis x 2). La canción comienza a ser repetitiva…tanta crítica a los que huían de la realidad con el alcohol, y al final, la vida te sorprende. Y yo que pensaba que esto solo pasaría cuando grabara mi propia versión de 21 días bebiendo. No intentes tener unos principios sólidos, acabarán cayendo…y harás daño, mucho daño. Caer es la respuesta…y por eso, hoy, bebiendo cual vagabundo te digo…ya que vas a caer, al menos tírate tu mismo, siéntete vivo. Mmm, probando de nuevo el sabor de la soledad, creo que voy a fumarme un cigarro a ver si se me quita.

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Hay gente que nace con estrella y otros que nacen estrellados. Pues bien, yo no sé quién era el conductor de mi viaje al mundo, pero seguramente estaba drogado. Aún hoy sufro las secuelas del accidente. Una amiga mía dice siempre que tengo la capacidad de atraer todos los problemas que se acercan a mí alrededor, tenga yo o no tenga que ver con ellos. No sé quién fue el hijo de puta que me imantó el cuerpo, pero empiezo a cagarme en el magnetismo. Y sí, todos pensamos a veces que la vida no siempre es justa con nosotros. Sin embargo, es lo que hay, y lo mejor que puedes hacer es asumirlo pronto. Unas veces crearás tú los problemas y otras, simplemente, los problemas de los demás te salpicarán hasta empaparte. Por cierto, antes de irte, pásame la toalla.