jueves, 31 de marzo de 2011

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Nunca he sido sostenible, pero siempre acabo reciclándome y volviéndome a reciclar. Con mi propia regla de las tres erres, reflexionar, rayarme y reiniciar. Desde que nací tengo el corazón deforestado y el cerebro lleno de residuos por la ingestión masiva de CFC, CO2 y demás siglas de mierda. Yo también me repito a menudo Nunca Mais, aunque nunca acabe de limpiar los vertidos tóxicos. Mi cuerpo es un jodido vertedero en progresiva descomposición. 

Señor Dios, Yahvé, Alá o Maria Magdalena, tienes una deuda (ecológica o no) conmigo. Voy a pasarme a cobrarla en breves, y más te vale portarte bien o te convertiré en compost. Perdóname si soy demasiado biodesagradable. Tú empezaste.

domingo, 27 de marzo de 2011

/30/



La vida está ahí. Casi puede rozarla con los dedos, le faltan dos meñiques para llegar. Corre Eva, corre, tú puedes alcanzarla. Cierra la puerta. Atráncala. ¿Dónde están los jodidos tablones? Él ya no te va a joder más, en serio. Créeme. Solo tienes que darte prisa. Se acabó la prostitución a tiempo parcial. Maquillarte con colacao los moratones. Ya no habrá más papelas en el suelo para poder aguantar sus impetuosos horarios. Sus gritos no te volverán a amargar la telenovela. Ni sus palizas tus siestas.

Ahí está la parada de taxis. El mundo te espera, Eva. Nadie te devolverá el tiempo pasado, los besos perdidos, los paseos de domingo que no diste. Aquí fuera nada es gratis, asúmelo pronto. Búscate la vida. Corretea por los callejones escondiéndote entre los cubos de basura si hace falta. Al fin eres tú, no mires hacia el pasado. Él ya no volverá más. Venga, sonríe. Nunca dejes que te vuelvan a hacer daño. Júramelo, por favor.

sábado, 26 de marzo de 2011

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Hoy, mientras iba en el Cercanías hacia la Universidad, he mirado por la ventana. He visto un poblado chabolista antes de la estación de Villaverde Bajo. He pasado por aquí dos veces al día durante más de seis meses, y nunca me había dado cuenta. No es pequeño. Tampoco grande. Me avergüenzo un poco por no haberlo visto antes, y vuelvo a mirar hacia mi libro.

La pobreza se esconde detrás de casi todas las esquinas, aunque no nos percatemos, con su determinismo biológico, su absentismo escolar y sus hurtos en el Carrefour Express. Da pena. Saber que están solo a quince minutos de la Universidad. Lo bien que les pillaría ir hasta allí. Llegarían siempre puntuales, con su manzana en la mochila. 

Es triste saber que la combinación de la marginación social y su propia auto-exclusión les mantendrá ahí eternamente, reproduciendo durante años un ciclo generacional que no beneficia a nadie. 

Es triste saber que su única mudanza será cuando a Esperanza le aburra que al otro lado de las vías, enfrente de su querida Caja Mágica, haya un poblado chabolista. Y no, no será una mudanza con camiones repletos de cómodas y lámparas de mesa. Será una mudanza con excavadoras que destrozarán lo poco que poseen. 

Es triste saber que sus hijos harán exactamente lo mismo, dormir la siesta escudriñando los huecos de luz que dejan las grietas de los cartones y las planchas de PVC del techo. Despertando entre escombros y chatarra. Esperando un mañana mejor que nunca llega.

Y es triste saber que nuestros gobiernos se empeñan en hacer de la gente pobre, gente nómada. Ese no es el problema de base. Pero bueno, mientras pasa el tiempo, pueden seguir jugando al gato y al ratón hasta que estos nómadas contemporáneos consigan descubrir un sitio donde la imagen de la ciudad no se vea deteriorada. O hasta que venga el Sarkozy de turno y les mande a mendigar a otra parte, claro. Por mi parte, buenas noches. Y ojalá que buena suerte.

viernes, 25 de marzo de 2011

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Llegar tarde es algo inherente a mi persona. Siempre me retraso. Espero no llegar tarde a vivir. Que no me dé tiempo a disfrutar, que me quede dormido, que el último tren de la noche pase por delante de mis narices. Que cierren todos los bares antes de despertarme, todos los parques, los bancos, los chinos. Que estén en obras todas las bibliotecas, también las que abren veinticuatro horas. Incluso que se cierren por liquidación todas las piernas.

Que no tenga fuerzas para correr, porque me pesan las botas, o los riñones, o yo que sé. O que mi sonrisa se quiebre y no le dé tiempo a volver a reconstruirse, y verme un día en el geriátrico lamentándome de lo imbécil que fui. Podía haber sido feliz si hubiera salido antes de casa. Si hubiera cogido aquel tren. Ahora es tarde. Otra vez será.

domingo, 6 de marzo de 2011

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Porque vives en la vereda de la puerta de atrás, compartimos (casi) el pisito, a los dos nos da vértigo el punto muerto y peleamos por ser la flor más puta. Soñamos juntos con conocer al verdadero Pepe Botika aunque tengamos un sustituto bastante ilustre, salimos, bebemos, e incluso en ocasiones, consigues que yo también hable con la gente. Y nos dan las diez, y las once... Tu la cerveza, yo la espuma, o viceversa.

Porque no quiero vivir sin ti, no hay manera, de verdad te lo digo. No se que hace una chica como tu en un sitio como este, pongamos que hablo de Madrid, pero me alegro de que ese sitio me quede cerca de casa.

Porque cada una de tus partes es parte de mí, y al menos la mitad de mis sonrisas eres tú. Gracias, y no, no es extraño que esté loco por ti.