martes, 27 de septiembre de 2011

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Tú y yo flotando, esquivando nubes mientras nos dejamos llevar por cualquier brisa inoportuna. Vemos la Tierra desde arriba, y rascamos la atmósfera, y descubrimos que el mundo es una mierda, y me llamas imperialista por querer conquistar un planeta solo para nosotros. En el fondo quieres traerte a tu madre. Sabes que si te la traes yo paso. Decidimos no emanciparnos todavía. 

Vayamos despacio, sin prisa, incluso a veces sin causa. Me da igual, aunque muchas veces haya que revolver el salón para encontrar las causas, no necesito cogerte fuerte, porque sé que no me soltarás. Y de aquellas causas vienen estos efectos, que normalmente son collejas, pero collejas con sabor a supervivencia. Así nos lo enseñó el conductismo, ¿recuerdas? Aquel rollo de que los animales aprendemos a palos. Y aunque me dé rabia reconocerlo, es cierto, porque tus palos son lo único que mantiene con caudal mi cauce.

Al fin llega la noche. Tus manos calientan mis orejas porque se me han puesto rojas. Malditas orejas de soplillo. Y nuestros besos brillan más que cualquier estrella. Allí abajo la gente construye escaleras para conseguir estar tan arriba como nosotros. Nos reímos. Porque ninguno lo conseguirá ni con el mayor de los saltos.

domingo, 18 de septiembre de 2011

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Follar en secreto por primera vez es como fumar con doce años, beber con catorce, meterte una raya con diecisiete, pincharte con veintiuno, rehabilitarte con veinticinco o volver a pincharte con veinticinco y dos días. Intentamos hacernos creer que recordamos esas cosas porque es la primera vez que las hacemos, porque son puntos de inflexión en nuestra vida. Mentira. Las recordamos porque nos encanta juguetear con los límites. 

Donde hay prohibición hay deseo. No lo digo yo, lo dice Freud. Bueno, y yo también lo digo, por esas dicotomías que se plantean de vez en cuando. Aprendí que en la batalla entre pene y moral, es el pene quién lleva la sangre. La moral, si no es lo suficientemente fuerte, se diluye entre plaquetas y leucocitos revolucionados. Y jadeas, y sudas, y respiras más fuerte de lo normal, pero tu moral, a base de polvazos antibióticos, espera en la sombra para ganar la batalla.

Y un buen día, zas. Te das cuenta de que tus valores abandonan el ostracismo. Y te intentas desperdiciar de ellos para seguir con la fiesta. Pero no puedes. El morbo no dura eternamente, y es hora de volver al mundo real. Y caer, y asumir las consecuencias, y aprender a levantarse. Gracias a Dios que todavía no tengo veintiuno, porque contra mi falo puedo luchar, contra la heroína no.

jueves, 15 de septiembre de 2011

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Porque sé que respiras por mí. 

Porque cuando sonrío, sonríes. Porque cuando lloro, me haces sonreír. Porque disfruto perdiéndome en todos tus recovecos, recorriendo tus arterias, soplándote el corazón hasta el infarto. Porque me pones la piel de gallina a mordiscos y succionas mis gemidos hasta que un escalofrío eléctrico me recorre el cuerpo. Porque te corres cuando mis besos habitan en tu cuello y mi lengua escala el relieve de tus molares.

Porque me robas los guantes mientras duermo. Porque te miento cuando crees que duermo. Porque me haces cosquillas al girar la esquina y te ríes mientras lo haces. Porque me enfado mientras me empalmo. Porque te meto mano cuando la película empieza a aburrirme. Porque me dices que pare y en el fondo no quieres. Porque te digo que quiero parar y en el fondo no puedo.

Porque yo también respiro por tí.