martes, 10 de abril de 2012

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El chico puede bailar. Aletea mientras mueve fatigosamente una pierna detrás de la otra, ahora delante, ligeramente de lado,  de nuevo pierna delante, de nuevo pierna detrás. Baja silbando la inhóspita avenida como si fuera una suerte de Billy Elliot castizo. Huye porque sabe que sus ídolos también huyeron, porque el destino le niega otra vez su relevancia, porque los semáforos siempre son rojos y las piernas se cierran otra vez.

1, 2, 3 y 4. Apaga los incendios con pisotones que saben a claqué. Cambia de color los pasos de cebra y seca las aceras de lluvia. Deja su avenida y se lanza a conquistar nuevas carreteras. Aletea con más fuerza si cabe y lanza el último grito. A partir de ahora si no hay música chasqueará los dedos. Si no hay historias, las inventará. Practicará coreografías en las puertas de hospitales que se resquebrajan, regalará piruetas a la puerta de colegios que caminan sobre la cuerda floja.

Se enciende un cigarro nada más salir del metro y hace bailar al humo. También a la castañera que se esconde tras bufandas y butano, y a la pareja que cruza la Gran Vía con los dedos (y los sueños) entrelazados. Decide que hará bailar siempre a los que se crucen con él tras las esquinas, a los gatos, a los amantes furtivos, a las putas, a las farolas. 

Nunca detendrá su danza, intentará hipnotizar a empresarios estresados y a madres que rebuscan en el monedero para comprar chucherías. A viudos que visitan burdeles pestilentes y a carteles humanos que nunca podrán comprar lo que anuncian. A niños que no encuentran su lugar en el mundo y a jóvenes que intentan hacer del mundo un lugar más habitable. A personas que no saben en qué se ha convertido el mundo y a mundos que se flagelan para no morir del todo.

1 comentario:

  1. Acabas de crear un personaje magnífico para una novela. Lo tienes. Piénsalo y búscale una historia. Te la está pidiendo, él y yo. Pero no tengas prisa. La historia te va a llegar tarde o temprano. Solo tienes que saber adaptarla a este chico. Ten paciencia. Y... ¡bravo!

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