miércoles, 6 de julio de 2011

/44/



Desde pequeño he intentado basar mi existencia en no dejar indiferente a nadie. Siempre intenté ser único, engrosar la lista de ese selecto grupo de personas que son amadas y odiadas a partes iguales. Como de costumbre, la realidad me dio una buena ostia. Sin darme cuenta, llevaba ya unos cuantos años dejando indiferente a todo el mundo. No era único. De hecho, era de esos amigos que si están, bien, pero si no están, en realidad nada cambia. Cuando me di cuenta, intenté volverme único otra vez. Y pensé que la mejor manera de lograrlo era radicalizar todos mis actos, para que la gente se mostrara a favor o en contra, pero nunca siguieran adelante sin girar la mirada. 

No funcionó. Siempre me he sentido vacío, y cuando he comenzado a sentirme lleno, alguien me ha pinchado y me ha vaciado de nuevo. Y ahora estoy, una vez más, en el punto de partida. Cada vez tengo menos herramientas a mi disposición, y los mundos que creo son progresivamente más frágiles. Mundos sin cimientos que pueden derrumbarse con un ligero temblor de tierra.

Una vez al año no hace daño, pero una al mes, demasiado es. (Harto). Sí, entre paréntesis. Para darle un toque distinto a algo que se repite demasiado. Vida, aburres.

3 comentarios:

  1. No estoy de acuerdo con lo que dices. A mí no me has dejado indiferente y supongo que en parte es por tu lado radical y en parte por tu lado "normal", que mezclados son una bomba. El que te haya pinchado debería meterse la aguja por el culo.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, anónimo :) Desde que escribiste el Lazarillo de Tormes no has dejado de sorprenderme!!

    ResponderEliminar
  3. No sé si la vida te ha dado muchas hostias, pero desde luego no dejas indiferente a nadie. Leo y releo tus textos y aumenta mi admiración e interés por todo lo que haces.

    ResponderEliminar