jueves, 21 de julio de 2011

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Hoy ha sido un día traumático, la verdad. Tengo que entregar papeleo basura para la universidad, y mientras buscaba los susodichos documentos, he encontrado la sentencia de separación de mis padres. Sinceramente, nunca pensé que un pliego de folios pudiera guardar dentro tanto odio, tanto rencor, tantas puñaladas. Han pasado muchos años, pero todavía no consigo entender por qué mis padres se casaron, y menos aún por qué esperaron doce años para separarse. Echar dos vidas por tierra  a cambio de dormir abrazados el primer mes.

Evidentemente, lo que mal empieza, peor acaba, y de la basura no suelen salir flores. El caso es que en mi familia separamos la basura. Del vidrio salí yo, frío y frágil como el cristal, y de la basura orgánica salió una flor, una pequeña Matilda rodeada de colillas, raspas de pescado y restos de macarrones. La verdad es que mi familia se parece bastante a la de Matilda, aunque a mi hermana nunca le han gustado las bibliotecas y no sabía hacer tortitas con cuatro años. De todos modos, espero que algún día venga una señorita Honey a sacarla de esta escena de desequilibrios mentales, salvándola siempre de todas las Trunchbulls que obstaculicen sus sueños. 

Ella me lo reprocha a menudo, pero yo seguiré intentando que sea todo lo que yo no pude ser y haga todo lo que yo no pude hacer. Acepto que yo he perdido millones de cosas por mis esquizofrenias esporádicas y aleatorias, pero ahora está en mi mano que ella no las pierda también. Disfruta del Brighton que yo siempre soñé, pequeña Miss Sunshine.

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