martes, 11 de octubre de 2011

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Siempre quise hacer una oda a la masturbación. Solo por joder a todos los que dicen que follan más de lo que follan y se masturban menos de lo que se masturban. Tócate otra vez, Sam. Adelante, disfruta del onanismo, solo en tu imaginación serás realmente libre. Tienes un asunto importante entre manos, pero no te estreses, solo te quedarás ciego si apuntas mal. Además, recuerda que la batalla de diez contra uno está ganada de antemano. 

Huye del ayuno y especialmente de la abstinencia. Que nadie te coaccione, porque las pasiones son siempre la opción más racional. Estamos acostumbrados a que nos prohíban todos los placeres gratuitos, pero yo los escojo siempre, porque solo al excederte pagas el peaje. Por cierto, que quede claro, puedes (y debes) seguir con tu vida sexual, que ni señor pene ni señorita vagina te acusarán de adulterio.

Acabarás recordando con erótica nostalgia aquellos días en que sonreías al decirle a mamá que habías estado toda la noche jugando al solitario, porque no mentías. Esos días donde la mano temblorosa luchaba contra el elástico, camino del excitante cóctel de placer y culpabilidad que sobrevenía al acabar la jugada. Esta mano que aún hoy sigue empeñada en abrirse paso en momentos inoportunos y da lugar a innumerables homenajes frustrados.

Suma y sigue hasta que la lujuria deje el cepillo de dientes en tu casa. Continúa recorriendo tu piel para escoger lugares comunes. De nuevo estás de paso por los bajos, soñando con manos ajenas, o bocas, o lo que surja. Fóllate a ti mismo. Sigue dedicando las pajas a tus musas. Y los dedos a tus héroes. O vicioversa.

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