sábado, 5 de noviembre de 2011

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Dormíais en camas de hielo, como de costumbre, pero esta vez no conseguisteis derretirlas. Rezabais por volver a conseguirlo, por lamer la escarcha y recuperar el tiempo perdido. Millones de sueños quedaban en la estacada, relegados a hacer autostop y a encontrar un dueño con menos decepciones a la espalda. Fallasteis una vez más, estaba claro que no era vuestro momento.  

Solamente aspirabais a enredaros entre mantas e intentar sobrevivir hasta mañana, esperando que entonces las nubes cambiaran de paisaje. Lamenté que te hubieras cansado de abrazarla, lo echaste todo a perder, dejaste que el frío se adueñase de sus entrañas. Si tú le hubieras calentado los pies aquella noche, quizá hubierais podido ir a recoger los sueños perdidos a cualquier carretera secundaria, antes de que la chica de las curvas te la arrebatara.

Ahora te quedas ahí, chica plana, sin tetas y sin novia. Esperando otro vuelo para hacer escala. La clave era el sol, estúpida, pero tú permitiste que su corazón perdiera su fulgor. Ella huyó. Y ahora, en el vibrato de la noche, esperas expectante una nueva canción. Mírate, pareces una estatua de sal postrada en tu colchón. Tú también tienes riesgo de congelarte, cariño, a ti tampoco van a calentarte los pies.

No puedes dormir, así que decides hacerte un café caliente. Pones música, y con Liszt de fondo, te das cuenta de que tu orquesta se fue con su aséptica despedida. Ahora cantas a capella otra vez, y un silencio de blanca acaba de atacarte a mitad de canción. Sola otra vez, sin la cadencia de sus caderas y envuelta en el bajón que sigue al clímax. Sacas el opio del cajón para escapar tú también. Has perdido el tono, el timbre, el tempo. 

Has quemado tu última partitura, marcando una línea divisoria en tu camino. Despídete de la polifonía, porque mañana tendrás que salir afuera tú solita. No habrá coros a tu puerta ni violinistas nómadas en el metro. Tu antigua intensidad se diluye en aguas fecales, y tu pieza favorita vuelve a ser la fuga. Pero esta vez tendrás que enfrentarte al auditorio sin acompañamiento. El Lesbos no será lo mismo sin ella. Aquellas copas acordes sonarán hoy disonantes. 

La cagaste, nena.

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