sábado, 11 de junio de 2011

/40/


Sol. Una plaza donde rastas y canas se entremezclaban, y el Chanel Nº5 convivía con el humo de algún porro escurridizo. Individuos con ideologías dispares, apolíticamente correctos, hartos de un sistema que había dominado nuestras vidas sin que nos diéramos apenas cuenta. Todos teníamos lágrimas en los ojos al ver lucha pacífica en las calles, protesta en silencio y manos en el aire.

Pero las lágrimas duraron poco. Pronto, la verdadera esencia del ser humano escapó de los poros. Todos secamos rápidamente nuestros ojos y dejamos de entonar el mismo son para reivindicar a gritos todo aquello que pensábamos. Y el grito nunca significa democracia, porque implica dejar de escuchar las palabras de aquellos que no pueden hablar tan alto.

Sin darnos cuenta, nuestra plaza se convirtió en la Torre de Babel del siglo XXI, dividiéndose el cántico colectivo en múltiples canciones que nunca volvieron a sonar igual de fuerte. Parecía que todo seguía teniendo sentido si el camping municipal continuaba, pero era un simple espejismo que no queríamos asumir. Las asambleas se convirtieron en Sálvames Deluxe improvisados, los carteles empezaban a despegarse y la lluvia no pudo impedir que las plantas del huerto se secaran de tanto llorar. 

Conseguimos demostrar de nuevo que los paradigmas de nuestra especie son la individualidad y el instinto de supervivencia. Ni democracia real ni mierdas, dejamos patente otra vez que no nos importa pisar al resto con tal de conseguir nuestros objetivos individuales. Sí, estábamos todos indignados, pero cada uno a su manera.

Ni siquiera fuimos capaces de sacar un mínimo rédito electoral a nuestras protestas. Hemos inundado de azul el mapa, y cuando el agua nos llegue al cuello nos arrepentiremos por todo lo que no hicimos entonces. Por ser incapaces de crear una inteligencia colectiva, por preferir el monólogo al diálogo, por intentar solucionar las cosas a través de cauces inadecuados. 

Todos bajo el mismo Sol, pero unos con crema y otros bajo la sombrilla. Y yo decepcionado una vez más porque la cohesión y el respeto continúan siendo conceptos utópicos. Quizá esta reflexión sea tardía pero prefiero opinar cuando la intensidad fallece, cuando los ideales se desdibujan, cuando la masa se desintegra. Cuando el Sol se marcha y nos muestra la verdadera oscuridad. Esa oscuridad en la que desgraciadamente seguimos inmersos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario